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La industria del cine bate nuevos récords y mueve millones


La tecnología 3D, la fuerza taquillera de los grandes “tanques”, las promociones y el precio de las entradas, que sigue bajo en comparación con el costo de otros espectáculos, han hecho que la industria haya embolsado en lo que va del año más de 850 millones de pesos.

En días en que el resto del consumo parece estar viendo otra película, el negocio del cine bate récords de recaudación y acumula millones, de la mano de la tecnología 3D, la fuerza taquillera de los grandes “tanques”, las promociones y el precio de las entradas, que sigue bajo en comparación con el costo de otros espectáculos. En lo que va del año, la industria embolsó $ 868,71 millones y julio fue el mes más fructífero desde 2004, con venta de tickets por $ 242 millones.

Los principales ganadores de este auge son las grandes distribuidoras, como UIP (nombre global que incluye a Universal, Paramount, DreamWorks y ahora también Columbia), Warner Fox (unidas desde hace tiempo) y Buena Vista (Disney), y los exhibidores, encabezados por complejos multipantallas, como Villages Cinema, Cinemark, Showcase, Hoyts y Atlas, que se dividen en porciones iguales un 67% de la torta.

“Es un gran momento para nuestro sector”, afirma Eduardo Novillo Astrada, dueño de los Village Cinemas. El empresario atribuye este boom, entre otras variables, al hecho de que la entrada del cine sigue siendo la opción más económica para una salida. Según el Incaa, el valor promedio de un ticket en julio fue de $ 27,50.

Leo Racauchi, apoderado de la Cámara Argentina de Exhibidores Multipantalla, también atribuye mérito al precio del ticket, pero agrega a esto el plus que dan los buenos títulos, y el salto de calidad que permite la digitalización y el 3D. “Estas nuevas tecnologías son fundamentales en la lucha contra la piratería, porque hacen que sea imposible copiar las películas”, señala Racauchi.

En el país hay 850 cines, cifra que muestra una evolución respecto de los 300 que lograron sobrevivir en los 90, pero que aún no alcanza para emular la época dorada de los 70/80, cuando eran 3000. La inversión que requieren estos locales no es menor: según precisa Novillo Astrada, se necesitan US$ 700.000 para montar una sala en un complejo como el que su firma tiene en Pilar; mientras que una en Village Recoleta cuesta US$ 1 millón.
Con un promedio de 300 butacas cada una, estas salas alimentan un motor de 3000 transacciones de tickets diarias, con lógicas variaciones, según ubicación y envergadura del complejo. Para mover esta industria, los exhibidores tienen, a su vez, gasto en personal, servicios públicos y alquiler. Además, claro, del mantenimiento y reposición del equipamiento.

A diferencia del resto de los jugadores, que se nutren exclusivamente de los ingresos por entradas, los dueños de los cines cuentan con otra fabulosa “vaca lechera”: la venta de bebidas y snacks, conocida como candy bar. Si bien no alcanza aún la importancia que tiene en los Estados Unidos o en Europa, pochoclos y compañía aportaron sólo en julio unos $ 80 millones.

Con precios que llegan a triplicar lo que se paga por ellos fuera del cine, estos “anabólicos”, manejados sólo por los exhibidores, son un negocio redondo. “Es difícil dar una cifra exacta, pero se estima que por cada tres transacciones de tickets se hace una de candy”, dice Novillo Astrada.

Las promociones también son clave para atraer a la gente que elige el cine de acuerdo con qué descuento tenga por tal banco o tarjeta. Según un análisis del sitio especializado Ultracine, esto permite que los valores de las entradas por unidad puedan ser más altos, ya que lo que el consumidor prioriza es el 2×1 u otra promo. La prueba está en que, tal como se indica en ese análisis, los cines que adoptaron la metodología de precios altos con promociones ventajosas son los que más ganaron en los últimos años.
En distribución, hay que distinguir entre las majors (grandes distribuidoras) y el resto, ya que las primeras captan el 90% de lo que ingresa por los tickets. Claro que no las tienen todas de su lado, ya que el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, puso el ojo sobre ellas. No sólo están impedidas de girar divisas al exterior, sino que se les “pidió” que exporten títulos argentinos. Varias ya están en eso.

El auge actual debería contentar a los productores nacionales, porque la mayor recaudación del Incaa implica más dinero para su fomento. Sin embargo, el fenómeno tiene para ellos un lado oscuro. En una famosa productora local, se quejan de que los exhibidores priorizan los grandes “tanques” de Hollywood y nunca tienen lugar para el cine nacional. Puede que lo que confió hace un tiempo un distribuidor al productor Héctor Olivera (El mural) aporte una explicación: “No me conviene estrenar cine argentino, porque la gente no consume pochoclos con esas películas”.

Fuente: Diario La Nación

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